Finalizamos la primera parte de la temporada con un gran reto conseguido, acabar la primera edición del Desafio Ultra El Cainejo, una carrera que se estrenaba este año y que con un recorrido de 52 km y 10200 m de desnivel acumulado por un terreno extremadamente técnico, constituía ante todo lo que el mismo nombre de la prueba indica, un gran desafio. A pesar de todo la sensación es de cierto sabor agridulce, durante todo el año las sensaciones no han sido buenas, las carreras las finalizaba con más sufrimiento del normal para no haberlas disputado a tope y los entrenamientos parecían que no se asimilaban correctamente hasta un par de semanas antes de la carrera, donde si que me pareció notar cierta mejoría. Como es natural tengo un buen puñado de excusas para explicar y argumentar esa baja forma, como los desarreglos intestinales que me han aquejado durante los últimos dos meses, pendientes de unas pruebas médicas que afortunadamente han sido positivas, el miedo a la inestabilidad del hombro y la posibilidad de tener que pasar por el quirofano por problemas visuales, que no se acaban de desarrollar, todo esto también me hace pensar que he conseguido un gran logro superando el temor psicologico de si realmente merecía la pena entrenar y realizar este reto sin saber a ciencia cierta si podía afectarme a la salud, algo que tal como me encontraba fisicamente parecía improbable pero que no se podía descartar del todo.
La verdad es que la prueba me imponía mucho respeto, y aunque conocía casi todo el recorrido, el paso de Cabeza Alta era para mí una incógnita, porque nunca había oído hablar de él a ningún paisano de Cain y os puedo asegurar que he hablado con unos cuantos, aunque creo que la explicación es que se dejó de utilizar hace mucho tiempo por otros pasos más rápidos como La Llambrialina o más seguros como el Camino de las Ovejas. Al final y como entrenamiento conseguimos completar el recorrido pero solo una tercera parte cada jornada, a pesar de que lo deseable hubiera sido hacer dos tercios de una tirada por diversos motivos no lo pudimos conseguir y además los tiempos de paso, eso si todavía con abundante nieve, me indicaban que lo iba a pasar muy mal para acabar en el tiempo limite dado por la organización. El paso de Cabeza Alta nos sobrecogió por su verticalidad y el esfuerzo que supondría llegar a el después de tantos km. pero para corredores de montaña con experiencia y con mucho cuidado, era algo factible y también las dos veces que lo pasamos la nieve ayudó bastante.
Una vez reconocido todo el recorrido, no las tenía todas conmigo y veía que la organización iba a tener que bregar mucho para sacar esta carrera adelante y el primer acierto que tuvo fue el ampliar el horario limite de 13 a 16 horas, con lo que la seguridad de los corredores aumentaba mucho al no tener que forzar tanto para llegar al corte, que al final solo se establecía uno a las diez horas de carrera, algo también muy positivo para los participantes porque les aseguraba disputar y disfrutar de dos tercios del recorrido. Otro gran logro fue que consiguieron limpiar todo el recorrido donde los aludes y caída de arboles lo habían hecho casi impracticable. El marcaje fue excepcional en todo el trayecto, se abrió huella en las partes cubiertas de nieve, los avituallamientos muy correctos y en puntos estratégicos y solo la niebla en la bajada a Dobresengos pudo facilitar algún despiste, pero la ayuda e información de los voluntarios creo que fue crucial para que nadie se perdiera. Sumado a todo esto los premios, algo que personalmente considero prescindible por lo menos en tanta cuantía, y la cena y fiesta final hacen que la organización merezca una matricula de honor, ratificada sobre todo por la ausencia de accidentes e incidentes dignos de mención, algo que en una prueba de estas características es algo muy difícil de conseguir.
La salida a la 6 de la mañana, todavía de noche y con los frontales a tope
Y por fin llegó el día de la carrera, con muchas dudas sobre la posibilidad de terminarla en el tiempo dado por la organización, ya que la idea era no forzar hasta la tercera parte de la prueba, pero eso sí siempre con el objetivo de entrar en el corte para conseguir llegar a meta. El viernes me desplazo con Isabel y Moja a Caín al mediodía para comer allí y descansar durante la tarde ya que por la noche poco podremos dormir, y cono no la primera tontería de la jornada, pido unos pimientos rellenos pensando que eran de marisco pero me los atizan de morcilla y claro tuve una tarde para olvidar, a base de agua conseguí calmar al estomago, mientras tanto van llegando otros miembros del equipo del Cumbres, Anabel que viene con Balbino de León Corre y un poco más tarde llegan Juanjo y Angel con los que nos vamos a cenar después de escuchar la charla técnica y para la cama que a las cinco había que estar en pie. El bullicio de la gente me despierta un poco antes, desayuno suave y para la salida, donde paso el control de mochilas que apenas miran y me situo en la zona trasera para salir con calma que a los doscientos metros hay una pared que va ha hacer mucho daño para empezar. En un plis plas dan la salida y con los frontales encendidos comenzamos la marcha, atravesamos el pueblo para entrar por el camino de Cain de Arriba, uno metros por delante vislumbro a Juanjo y Angel, mientras Anabel se encuentra a mi lado y justo antes de llegar al pueblo de Cain de Arriba, giramos a la derecha dejando a nuestra izquierda la entrada a la canal de La Jerrera, hacemos una traviesa horizontal que nos pone en fila de a uno y que nos lleva a una ascensión vertiginosa hasta el Jorcain del Picachel, siguiendo el curso ascendente de la riega de Hojas, mientras la claridad del amanecer va haciendo su presencia poco a poco. Otro brusco giro a la derecha nos lleva a la zona de Hierbas Altas, me lanzo un poco en la bajada, donde la gente empieza a dudar y eso hace que tenga la primera caída de la jornada, sin consecuencias afortunadamente. Atravesamos La Bersolina por senderos colgados en la pared y pavorosas canales que descienden hacia el Cares y que he recorrido en gran parte hace ya años en mis tiempos de senderismo de investigación de antigüas rutas de los pastores cainejos, viejos recuerdos se agolpan en mi cabeza, pero tengo que estar atento ya que el paso es rápido y la zona peligrosa, hasta que nos adentramos en un espectacular corte en la pared, El Torno que completamente vertical nos conduce al bosque de Plagamones, el cual atravesamos en suave descenso para desembocar en la mítica canal de Trea, donde se comienza una implacable e interminable ascensión, me concentro en llevar un ritmo sostenido, roto por los cánticos de Moja que debe andar algo más arriba, sin embargo con menos esfuerzo del esperado, me encuentro en el Huerto del Rey, antesala del collado de Las Cruces desde el que tras unos suaves subes y bajas, llegamos al refugio de Vega de Ario donde tenemos el primer avituallamiento y donde me encuentro con Angel, que me dice que Juanjo ya salió hace un rato y que iba como una moto, de Moja no sabe nada y le comento que Anabel debe venir un poco por detrás y es que no la veo desde que entramos en Hojas. Como y bebo algo y salgo para hacer el repecho que nos lleva a Cabeza Julagua, Angel prefiere quedarse descansando un poco más. Descendemos por terreno complicado donde es difícil conseguir ritmo, en dirección a la majada de Ostón y desde donde enlazaremos por sendas que se desploman al vacío con la canal de Culiembro, donde podemos soltar algo las piernas en un sendero con numerosas zetas, que finaliza en la garganta del Cares. Llego en poco más de tres horas y me quedan seis km. hasta Caín donde está el siguiente avituallamiento, me relajo un poco y aunque es una zona muy corrible, hago cacos para no derrochar ni un gramo de energía, que todavía queda mucho por delante. Entrando en Caín me coge Angel, que me comenta que va muy bien sin forzar apenas y en cuatro horas estamos delante de las mesas con liquidos y solidos y donde me esta esperando Isabel para cambiarme de ropa y zapatillas, las que llevo están llenas de barro y les falta un taco, que se habrá quedado por el camino, como el calor empieza a apretar me pongo camiseta de manga corta, pero me quedo con las mallas piratas por miedo a las garrapatas. Angel me esta esperando pero le digo que salga que todavía voy a comer algo y que si puedo ya le pillaré.
Un cuarto de hora después inicio la subida por el camino de la cueva de Santivañas, donde el sol comienza a pegar fuerte y empiezo a no encontrarme cómodo, me cuesta coger ritmo y noto como corredores que vienen por detrás se van acercando poco a poco, al llegar al cruce de la cueva, donde esta marcado el suave descenso hacia el pueblo de Cain de Arriba por la canal de Mesones me suelto un poco, aprovechando la sombra del bosque, hasta llegar al argayo de nieve que bloquea la entrada a la canal y que ha sido abierto con un marcado sendero por la organización. Desde allí veo como el sol se estrella con todo su poderío sobre la inmensa pared que tengo enfrente, comienzo una agónica ascensión mientras me van sobrepasando distintos corredores y corredoras sin que pueda seguir su ritmo en ningún momento, me detengo en las fuentes a mojarme la cabeza y beber algo de agua para mantener la que llevo en la mochila de repuesto porque preveo que va a ser un día muy duro, miro para atrás y veo a otro corredor que lleva el mismo ritmo que yo, e incluso a veces hasta le distancio un poco más, algo que me consuela psicologicamente para llegar a la majada de Mesones y comer todo lo que puedo, que no es mucho, lo intento con un sandwich pero casi no me entra. Algunos corredores están sentados y no tienen muy buena pinta, yo tampoco me veo como estoy, pero debo estar perecido a ellos, lleno los botes de agua y añado isotonico para seguir camino hacia la Cerra del Carbanal, detrás de mí salen los que estaban sentados y me adelantan rapidamente, pero les cuesta mantener un ritmo y al llegar a los neveros les alcanzo mientras se paran, les pregunto si tienen algún problema, pero solamente es que tienen los calcetines mojados y van a cambiarlos, les comento que todavía queda bastante nieve y continuo hacia la cresta que se divisa al fondo, atravesando los neveros con buena huella, hasta que afronto la pared final que nos lleva a la arista divisoria y desde donde nos dirigimos a la Pedriza del Carbanal, que como su nombre indica no es más que un sendero pedregoso que desciende hacia la canal de Capozo, pero cuando estoy a punto de entrar en ella y más pindia es la senda, un exceso de entusiasmo en la bajada, hace que la musculatura de los abductores salte y me tenga que detener a estirar. Mientras lo hago, comienzo a evaluar la situación, voy bien de tiempo pero si los músculos no se relajan me va a ser muy difícil llegar antes del corte, mientras tanto me alcanza el grupo de Mesones y con tranquilidad me pongo detrás de ellos, no van muy rápido y puedo seguir el ritmo sin demasiados problemas, poco a poco parece que los abductores se van calentando y puedo acelerar, les pido paso y me pongo en cabeza, en los tramos más técnicos voy cogiendo distancia y solo viene conmigo un chico joven que me comenta que se ha retirado en la majada de Mesones y que le han dicho que para volver a Cain podía continuar o darse la vuelta que el trayecto era parecido. Yo flipo y le digo, chaval te la han metido hasta el fondo, por aquí vas a hacer tres veces el recorrido de darte la vuelta y solo hasta llegar al Mirador del Tombo donde te quedaran otros seis km de carretera para llegar a Cain. Yo creo que se desmoralizó por completo y al poco rato ya se había quedado atrás, mientras a mi ritmo voy cogiendo a corredores que me habían pasado en la canal de Mesones, entre ellos una pareja de vascos, en la que el chico marcaba el ritmo y a los que también dejo rezagados, el calor cada vez aprieta más y enlazo con otro grupo que me preguntan donde puede haber agua, les digo que en un momento llegaremos a un puente que atraviesa la riega de La Farfada y allí pueden beber, les advierto que queda poco para el avituallamiento, pero deben ir muy justos porque se detienen, mientras yo continuo con un trote regular para guardar fuerzas y camino nada más que llega una cuesta por suave que sea, voy a llegar con una hora de antelación al corte y cada vez veo más cerca el finalizar la carrera. A las tres en punto entro en el avituallamiento del Tombo, estiro un poco, como, bebo y relleno los botes con el último Flectomin que me queda y Aquarius de la mesa, salgo ya relajado y a unos metros me encuentro con Angel que esta haciendo sus necesidades, le voy esperando y nos encaminamos hacia la última subida de la jornada, pero en vez de ir por el camino que sale a la carretera, las marcas nos llevan en dirección contraria, atravesando el Cares para afrontar una cuesta donde sin querer me descuelgo de mi compañero, en la bajada le vuelvo a coger pero empiezo a notar que las fuerzas me abandonan, al llegar a una riega le digo a Angel que tire, que me voy a refrescar y quitarme las mallas que me están asfixiando, aprovecho para meter los pies y la cabeza en el agua y tomar unas sales, en ese momento aparece uno de los chicos del grupo de Mesones y continuamos juntos hasta salir a la carretera, aquí él impone un ritmo que no puedo seguir y continuo andando para guardar fuerzas, al poco rato ya estoy en la entrada de Moeño y sigo bastante jodido, yo creo que me he deshidratado y lo que bebo ya no lo asimilo, de repente aparece Anabel que se pone muy contenta al verme y tiramos juntos pero no acabo de encontrar el ritmo y al llegar a un pilón me detengo para volver a meter la cabeza y refrescarme, le digo que no me espere que si puedo ya la alcanzaré, ella me contesta que sino la alcanzo en la subida la cogeré en la bajada, para mis adentros espero que así sea porque tengo que bajar mucho el ritmo y no recupero a pesar de tomar un gel, mientras veo como Anabel se me va alejando poco a poco, el resto del grupo de Mesones me adelanto y al poco rato llegan la pareja de vascos y tampoco les puedo seguir el paso, por mi cabeza pasa la idea de darme la vuelta porque el tio del mazo me esta dando brutalmente, pero todavía son las cuatro y media y comienza lo más duro de la canal donde a pesar del bajón, la diferencia de velocidad no es muy acusada, todavía tengo delante de mi vista a los vascos y sigo.
Lorena, Teresa e Isabel, animando a Anabel a su llegada al avituallamiento de Cain
Voy al ralenti, bebiendo cada poco pequeños sorbos y mirando para el suelo mientras pongo un pie detrás de otro, cuando de repente casi me doy de bruces con la pareja de euskadi, que se han detenido, paso como un zombi por su lado y ni les pregunto si les pasa algo, al poco rato me giro y veo al chico sentado y con pinta de haberse fundido, la chica parece que le esta dando animos y al cabo de unos minutos veo que continuan pero con una marcha mucho más ralentizada, ya no me recortan, más bien cada vez les veo más lejos. Sigo ensimismado con mis pensamientos cuando me encuentro con Cavero y unos amigos, este es un veterano referente del Yordas y del que aprendí muchas cosas cuando empezaba en la montaña, sobre todo a bajar ligero y sin esfuerzo, me debe ver mala cara, porque lo primero que me dice es que si me doy la vuelta y bajo con ellos, le respondo que no me lo diga otra vez porque seguro que lo hago y ya que estoy aquí habrá que acabarla. No insiste porque sabe que soy un sufridor en la montaña, que nos hemos vistos en peores situaciones y cada uno continua por su camino. Mantengo el ritmo cansino pero sin malgastar energía, mientras a lo lejos todavía veo a Anabel a la que se le ha unido al resto del grupo de Mesones y alguno más que han ido recogiendo en la subida, ya esta a la vista la majada de Moeño con su avituallamiento y eso me reconforta, aunque por delante queda lo más duro y técnico de toda la carrera. Hecho una mirada para atrás a ver si vienen los vascos, pero no les veo y hay mucho espacio a la vista, por lo que me temo que se han dado la vuelta con Cavero y compañía. Por fin llego al avituallamiento y todavía está Anabel con todo el grupo que han formado, unos seis o siete corredores, que emprenden la marcha mientras yo me recupero, intento comer algo pero tengo que hacer un gran esfuerzo para tragarlo, vuelvo a rellenar los botes y charlo un poco con los voluntarios, me comentan que sigue subiendo gente con el escoba, yo les digo que deben venir muy atrás porque no he visto a nadie a excepción de la pareja vasca, y les insisto un poco para que comprueben si se han retirado definitivamente. Salgo pronto porque no quiero perder de vista al grupo que me precede, tengo una zona llana y aprieto todo lo que puedo, para no despegarme demasiado ya que puede ser de gran ayuda tener una referencia visual. En un momento llego a la collada de Armellan, donde el terreno se vuelve a poner muy duro y sin apenas rastro de senda, este es el momento más complicado de la carrera y debo tener cuidado en mantener la musculatura sin sobresaltos, por lo que vuelvo a ralentizar la marcha. Afortunadamente todavía tengo al grupo de Anabel a la vista, pero ahora no son los abductores los que protestan, sino la zona de la tibia, que parece que me quema de lo cargada que va, lo que hace que pise con mucho cuidado. Sigo mirando para arriba para controlar el grupo que me precede y en un momento veo unas siluetas que se van acercando entre gritos, protestas y risas, son Chuso, Jairo e Ivan del Cumbres y de León Corre, que están haciendo un entrenamiento y saludando a los amigos, aprovecho para descansar un rato y charlar un poco, un alivio que hace que me relaje después de tanta tensión. Me dicen que Anabel esta a tiro, pero yo no lo tengo tan claro y continuamos, yo parriba y ellos pabajo, que no quiero perder la estela de los que me preceden. Sigo controlando todo lo que me queda y lo que hace unos minutos eran unos hilos de nubes, según voy subiendo se va convirtiendo en una espesa niebla, lo que me faltaba en la peor zona de la prueba y con niebla, tengo que extremar las precauciones, porque si pasa algo es fácil que no pueda venir el helicóptero, que sería la única forma de salir de allí, mientras estos pensamientos se agolpan en mi cabeza, observo una silueta que parece que cada vez esta más cerca de mí, se para cada poco, algo que también hago yo, porque han empezado los amagos de calambres y tengo que estirar, más que nada por precaución, porque la cosa se esta poniendo fea y no quiero que me pueda dar un tirón que empeore las cosas. En un momento dado, se detiene y me deja llegar a su altura, es un gallego, que también se tiene que parar cada poco por los calambres, me viene muy bien su compañía porque ya tenía problemas para ver las banderas en la niebla y el tiene muy buena vista, no he encendido el track para ahorrar batería y me estaba planteando hacerlo, pero parece que no va ha hacer falta. Llegamos a la arista y mi compañero cree que hemos finalizado la ascensión pero cuando le digo que todavía nos faltan doscientos metros de desnivel, se caga en todo lo que se menea. A pesar de todo el estar juntos hace mucho más amena la subida y casi sin darnos cuenta, oimos la voz del voluntario que nos avisa que llegamos al final de la ascensión. Casi no me lo puedo creer, aunque todavía no se como me van a responder los músculos bajando, parece que me he quitado un gran peso de encima, guardo los bastones y comienzo a bajar detrás del gallego, al principio sin problemas siguiendo la cinta de seguridad, que la organización ha montado, pero cuando se acaba no vemos ninguna señal, seguimos descendiendo con tendencia a la izquierda tal como nos ha indicado el voluntario, pero de repente veo una bandera amarilla por nuestra derecha y hacia allí nos dirigimos, cruzamos un nevero con huella y nos metemos en una trocha por la que podemos hasta trotar, pero al cabo de unos cuantos metros me detengo y le digo a mi acompañante que me extraña no ver ninguna bandera y además vamos hacia la derecha, aunque sé que llegariamos igual, tendríamos que dar un gran rodeo y le digo que nos tiremos hacia la izquierda, él duda un poco, pero yo me lanzo por un pedrero por el que voy cogiendo velocidad, con alguna caída que otra, sin más incidencia que algún rasguño, pero los abductores resisten y al momento empiezo a ver las marcas de las carreras, le pego un grito para avisarle y me contesta que viene detrás, continuo bajando ligero y empiezo a alcanzar a corredores del grupo que venía delante, hasta que llego a la altura de Anabel. Esta descendiendo tranquilamente, son las siete y media y sabe que va a llegar dentro del horario limite, le comento que voy a aprovechar el ritmo que llevo y que sino me puede seguir la esperaré en el último repecho para entrar juntos, todavía tengo miedo de que ve vuelvan los calambres y quiero aprovechar el momento. Desciendo con un trote suave y relajado, pero aun así Anabel no consigue seguirme, con lo que al poco tiempo entro en el bosque de Los Quemaos, antesala del Canalón y donde me alcanza el gallego. Descendemos por el sedo y al volver a entrar en el Canalon, nos avisan desde arriba que cae una piedra, como una ballesta pego un salto para salir de la zona de caída donde me encuentro y como no, me salta el abductor, le digo a mi acompañante que continue, que voy a estirar y de paso espero a mi compañera de club. Como tarda en llegar retomo la marcha con mucho cuidado, vuelvo a sacar los bastones para forzar lo mínimo posible y aun así en una zona de piedras un ligero resbalón me hace saltar de nuevo toda la musculatura del abductor, otra parada para seguir estirando y a volver a empezar, vuelvo a ver a Anabel que se acerca, mientras sigo descendiendo con la garganta del Cares a la vista y casi sin darme cuenta entro en el desvio hacia El Canto, un antiguo paso que usaban los cainejos, ante de construirse la senda del Cares, y que es el último repecho de la jornada, pero presiento que se va ha hacer muy largo, ralentizo todo lo que puedo la marcha y cuando estoy a punto de coronar la subida ya tengo a mi lado a Anabel con otros dos corredores, ya lo tenemos hecho, giramos la esquina de El Canto y comenzamos el descenso dando vista a la meta, mientras el espeaker jalea nuestra llegada, comenzamos un trote suave y hacemos la entrada triunfal agarrados de la mano, me fundo en un abrazo y un beso con Isabel, y a continuación recibimos las felicitaciones de todos los amigos y conocidos que nos estaban esperando, Gracias a todos!!!!! Reto conseguido!!!!!!.
Recogiendo el trofeo al más veterano
Por último comentar que esta carrera puede convertirse en leyenda, si se hacen las cosas bien y la organización consigue mantener o incluso mejorar este listón tan alto que ha puesto este año. Mi opinión personal es que en estos dos o tres años hay que intentar consolidar la prueba y no intentar hacerla demasiado grande a toda costa, sino que el éxito venga dado por la calidad que le imprima la organización en la atención y cuidado a los corredores, a todos no solamente a la élite, ya que estos solamente acudirán para conseguir un reto individual, como ocurre con La Travesera, no porque pueda aportarles dinero o status a nivel deportivo, que para eso ya están otras muchas competiciones, no me parece a mí que pueda ni deba compararse o intentar llegar al nivel mediático de carreras como Zegama, Transvulcania o Ultrapirineu.
He tardado en escribir esta crónica, ya que estaba pendiente de esas pruebas médicas que me han quitado un peso de encima a nivel de salud, pero que por otra parte me han dejado como vacio y sin saber que determinación tomar a nivel de competición. Esta carrera me ha exigido un gran sufrimiento de tipo muscular y ademas cuando te empiezan a dar el premio al más veterano de la misma, eso te hace reflexionar sobre si estaré preparado para afrontar otra ultra este año, o por el contrario dedicarme a carreras mas cortas que no me exijan tanto. Llevo quince días de descanso y todavía lo estoy sopesando, tampoco tengo mucha prisa para decidirme.
Para finalizar y como siempre os dejo un video de un grupo mítico, en un festival mítico, como espero que llegue a ser este Desafio Cainejo, ellos son Jethro Tull en el Festival de la Isla de White, y el tema intrepretado es My Sunday Feeling
Jethro Tull - Isle of White festival '70 por newcanadian